sábado, 7 de abril de 2007

Pegarle a un maestro


PEGARLE A UN MAESTRO
Lo sabe un chico de cuatro años, de salita celeste, que ni siquiera sabe hablar correctamente.


Lo sabe un chico de seis años, que ni siquiera sabe escribir.


Lo sabe un chico de doce años, que desconoce todas las materias que le deparará el secundario.


Lo sabe un adolescente de diecisiete años, aunque sea la edad de las confusiones, la edad en la que nada se sabe con certeza.


Lo saben sus padres.


Lo saben sus abuelos.


Lo sabe el tutor o encargado.


Lo saben los que no tienen estudios completos.


Lo sabe el repetidor.


Lo sabe el de mala conducta.


Lo sabe el que falta siempre.


Lo sabe el rateado.


Lo sabe el bochado.


Lo sabe hasta un analfabeto.


No se le pega a un maestro.


No se le puede pegar a un maestro.


A los maestros no se les pega.


Lo sabe un chico de cuatro años, de seis, de doce, de diecisiete, lo saben los repetidores, los de mala conducta, los analfabetos, los bochados, sus padres, sus abuelos, cualquiera lo sabe, pero no lo saben algunos gobernadores.


Son unos burros.


No saben lo más primario.


Lo que saben es matar a un maestro.


Lo que saben es tirarles granadas de gas lacrimógeno.


Lo que saben es golpearlos con un palo.


Lo que saben es dispararles balas de goma.


A los maestros.


A maestros.


Lo que no saben es que se puede discutir con un maestro.


Lo que no saben es que se puede estar en desacuerdo con lo que el maestro dice o hace.


Lo que no saben es que un maestro puede tener razón o no tenerla.


Pero no se le puede pegar a un maestro.


No se le pega a un maestro.


A los maestros no se les pega.


Y no lo saben porque son unos burros.


Y si no lo saben que lo aprendan.


Y si les cuesta aprenderlo que lo aprendan igual.


Y si no lo quieren aprender por las buenas, que lo aprendan por las malas.


Que se vuelvan a sus casas y escriban mil veces en sus cuadernos lo que todo el mundo sabe menos ellos, que lo repitan como loros hasta que se les grabe, se les fije en la cabeza, lo reciten de memoria y no se lo olviden por el resto de su vida; ellos y los que los sucedan, ellos y los demás gobernadores, los de ahora, los del año próximo y los sucesores de los sucesores, que aprendan lo que saben los chicos de cuatro años, de seis, de doce, los adolescentes de diecisiete, los rateados, los bochados, los analfabetos, los repetidores, los padres, los abuelos, los tutores o encargados, con o sin estudios completos: Que no se le pega a un maestro.


No se le puede pegar a un maestro.


No debo pegarle a un maestro.


A los maestros no se les pega.


Sepan, conozcan, interpreten, subrayen, comprendan, resalten, razonen, interioricen, incorporen, adquieran, retengan este concepto, aunque les cueste porque siempre están distraídos, presten atención y métanselo en la cabeza: los maestros son sagrados.


Por Mex Urtizberea Para LA NACION

6 comentarios:

Sine Metu dijo...

Ver esta búsqueda de google

Aubry et Rau dijo...

Sine Metu, la verdad es que no comprendo qué es lo que querés decir con tu remisión a una serie de links donde se informa sobre maestros abusadores, del mismo modo que pueden existir abogados abusadores, estudiantes abusadores, verduleros abusadores y blogistas abusadores.

¿Se trata de una forma de justificar que la policía cague a tiros a la gente?

La verdad que no lo comprendo, y si te malinterpreté, te pido disculpas por anticipado

Fabiana Bump dijo...

Si el gobierno mata niños antes de nacer, cómo no va a matar maestros.

Anónimo dijo...

Perdón. ¿por qué esa aura que ostentan los maestros, de ser abnegados, desinteresados, sapientísimos, trabajadores, buenas personas, que aman a los niños, que quieren la paz universal, que odian a los tiranos, protegen a los pájaros y a las flores, reivindican a los indios (pueblos originarios), etc.etc.? Son tipos como cualquier otro, que laburan de maestros porque no les da el bocho para hecer otra cosa.

Aubry et Rau dijo...

Hola Larry, agradezco tu comentario.

Debo confesar que luego de haber reproducido en el blog la carta abierta del maestro y periodista neuquino, yo yambién me puse a pensar. Sí, es cierto, a los maestros no se les debe pegar, pero tampoco se les debe pegar a los estudiantes, a los mineros, a los colectiveros, a los médicos, a los vededores de cubanitos. En resumidas cuentas, no se le debe pegar a nadie.

Pero admitamos que la muerte alevosa de Carlos Fuentealba en la ciudad de Neuquén, en medio de una manifestación, no resultaba un dato menor o como para que pasase desapercibido, y de ahí esta carta abierta que reproduje, que naturalmente tiene un claro contenido político, que en lo personal comparto.

También coincido en que los maestros no son una casta especial dentro del género humano, que existe una imagen un tanto estereotipada de los mismos y que muchas veces los maestros no han estado a la altura de las circunstacias que exigía la historia.

Pero en lo que discrepo es en que la gente se decida a ser maestros "porque no les da el bocho para hacer otra cosa". Me parece que una afirmación de ese tipo es un tanto peyorativa e inmerecida.

Creo que como en todos los órdenes de la vida, hay maestros buenos, otros regulares y otros malos. Pero no podemos resignar la aspiración de que aquellos a quienes confiamos la educación formal de nuestros hijos respondan a todo lo que es dable esperar de un maestro: conocimientos, honradez, calidad humana, etc.

Muchas gracias

Dieguistico! dijo...

Aubry, cuando lo recibí por mail te iba a contestar que, más que no pegarle a un maestro, lo que deberíamos decir es que no se debe utilizar la violencia contra otro ser humano, tenga la profesión que tenga. Veo que en parte ya se planteó eso acá.

Lamentablemente, no veo que, como sociedad, expresemos un sincero y unánime rechazo contra el recurso a la violencia, provenga de donde provenga. Nos falta avanzar mucho en ese camino todavía.

Creo haber visto mucha hipocresía con respecto al tema del asesinato del maestro neuquino. Muchos han manifestado un dolor que en realidad no sienten, sólo para utilizar la muerte con condenables fines personales.

Ello no implica, desde luego, minimizar el verdadero dolor de las personas que conocieron de cerca a Fuentealba, ni dejar de sostener que el culpable de semejante delito debe ser penado acorde a la ley.

Insisto, lo que nos enseñan estos hechos es que la violencia nunca conduce a buen puerto, y que todos tenemos que ser conscientes de que la agresión al prójimo no es un recurso válido para solucionar ningún conflicto. Me parece que esa es una idea que muchos declaman, pero que no todos sienten realmente en su fuero íntimo.